viernes, 10 de febrero de 2012

Imaginación electoral


Con facilidad se habla de que hay una “carrera” electoral. Ya va a
empezar la carrera electoral, ya estamos en tiempo de la carrera
electoral, hay que prepararse para la carrera electoral.

       Si decimos que las elecciones son una “carrera” entonces los
ciudadanos no tenemos porqué intervenir en ellas. Nadie puede
participar en la carrera más que los competidores. Nadie más que los
caballos o los galgos participan en una carrera de galgos o de
caballos.

       Las carreras dependen solamente de las habilidades de los que en ella
participan. Las carreras son de profesionales. El público mira, y ya.
No hace nada. No puede hacer nada. Si lo hace es una trampa:
interfiere con la carrera y se debe descalificar al que auxilió. El
papel del juez es ceremonial: señala lo que todos vieron, que ese
llegó antes que los otros. Una carrera es, entonces, muy parecida a
una subasta. En la subasta sólo participan los que pueden, no los que
quieren. Los que no participan en ella, los que no pujan,
sencillamente podrían desaparecer. El corredor-candidato puede tener
un equipo de profesionales, como en una carrera de autos. Uno le
cambia las llantas, otro le pone gasolina, otro le dice a quién lleva
detrás. La elección sigue siendo cosa del candidato, y de su equipo.
Que como es una carrera, es sólo de profesionales. Y de nadie más.

             Los candidatos y sus partidos entienden las elecciones
como carreras, por eso eligen corredores, candidatos, que les impriman
velocidad al evento. Pero la única razón para pensar las elecciones
como carreras es tener una pobre imaginación.

          Hay que usar las imágenes de examen electoral, prueba
electoral, certamen electoral, concurso electoral para cambiar las
elecciones. Las elecciones son para lo que los ciudadanos queramos que
sean. Podemos definirlas y entenderlas como el concurso por un puesto,
o como un concurso de popularidad, o como un certamen de propuestas, o
como una carrera de caballos. De hecho la palabra candidato, que es
latina, no tiene nada que ver con carreras.

          Elegir, elección, es escoger. Y sólo se puede escoger si se
compara, se contrasta, se conoce y se distingue. No escoges si todo es
igual. Y si no conoces no puedes elegir. Por eso la información es
importante. Pero el informador que ve la elección como una carrera no
distingue ni compara ni contrasta: sólo puede decir quién va adelante,
y es todo lo que sabe decir, porque eso es todo lo que pasa en una
carrera. Una carrera es de blanco y negro. Sin matices, sin
contrastes, sin calidades, sin cualidades. Claro: una elección que es
una carrera, no es ninguna elección. ¿Cómo podrías escoger si sólo hay
adelante?

          Una elección puede ser un concurso: una rivalidad u
oposición entre los que aspiran a ejecutar una obra o a prestar un
servicio bajo determinadas condiciones, a fin de elegir la propuesta
que ofrezca mayores ventajas. O un certamen: concurso para estimular
con premios una actividad creativa. O un examen: prueba que se hace de
la idoneidad de un sujeto para una profesión. O una pelea o agón:
esfuerzo o afán para hacer algo. O una combinación de todas estas o de
algunas de estas. Las elecciones son para lo que los ciudadanos
queramos que sean.