viernes, 14 de diciembre de 2018





México no es un país religioso.


Es un país supersticioso, que cree en magia y milagros. Eso sí.


La superstición no es una religión, ni una forma de ella.


El Presidente electo tuvo una ceremonia religiosa indígena en su toma de posesión. La toma de posesión es un evento oficial, pero, por supuesto es también una ceremonia. También debe ser una ceremonia. En ella el nuevo mandatario (no líder: mandatario) muestra los símbolos con los que él mismo imagina su régimen. E invita a la comunidad a participar en ellos.


Los símbolos religiosos han sido un motivo para descalificar a algunos presidentes. En el año 2000, en la misma ceremonia, Vicente Fox aceptó símbolos católicos y fue descalificado por la izquierda. En 2018, esa misma izquierda saluda con alegría que este presidente de izquierda haga un despliegue de símbolos religiosos indígenas.


Hay muchas diferencias entre unos y otros. El primero es que las religiones indígenas no tienen ni orden ni organización ni dogma ni jerarquía. Eso le permite a Obrador hacer lo que quiera con ella. No lo compromete a nada. No lo ata a anda, pero le permite proyectar la imagen de que respeta esa tradición, que es dispersa, multilingüe, confusa, desorganizada. Que, en fin, no significa nada. Que significa lo que cada uno quiera, que es exactamente eso: símbolos vacíos.


El contraste con la religión católica es evidente. Para ser católico se deben creer ciertas cosas y otras no. Los rituales tienen un significado preciso, establecido. Y desde luego debes respetar a una jerarquía muy claramente definida.


El acto religioso del nuevo presidente de México fue bien acogido. No desató críticas. A la mayoría de la gente o le fue indiferente o simpatizó con él.


La religión con la que él decidió definir su mandato es una que no lo compromete a nada. Él decide en cualquier momento qué es de esa religión y que no es. Y nadie lo puede contradecir pues esa religión no tiene ninguna clase de organización, ni de creencias ni de formas ni de fondo. Es lo que él diga. E incluso puede contradecirse: nada se lo impide.


No tiene un canon: no tiene una historia. No hay algo prohibido o penado. No hay nada ejemplar tampoco.


En una religión donde ni siquiera está establecido a qué dios o dioses se venera, ni qué relación hay entre esos dioses, y sobre todo, especialmente esto: no hay ningún deber ni claridad sobre qué relaciones tienen y deben tener el dios o los dioses con los seres humanos. Cualquiera puede hacer lo que se le pegue la gana. Nada está prohibido. Ni tampoco se alienta ningún tipo de conducta. Nada está bien, nada está mal.


Es una religión por completo utilitaria. Utilitaria al que se erija en sacerdote de ella. Su sacerdote puede hacer cualquier afirmación y será correcta. Puede realizar cualquier acción y no será punible, no será reprochable en su religión, ni entre sus fieles.


Así que, en la visión de la lucha por el poder, hace sentido que Obrador vaya a hacer un ritual para la obra de su tren en la península de Yucatán. Será un ritual vacío: no hay una jerarquía religiosa a la que deba responder, no hay una fe en un o unos dioses, no hay historias que lo comprometan a comportarse o a no comportarse de cierta manera, no hay rituales con significado. Cada acción en este acto será bajo su voluntad.


Y, como es vacía, cada persona la puede entender como desee. Esto le puede parecer atractivo a algunos. Que el ritual pueda ser interpretado como él, como cada uno desee.


Esa es la prueba de mi tesis: los mexicanos no somos religiosos. No nos interesa hablar con dios o con los dioses.


A Obrador le conviene también este evento porque sustituirá a los estudios financieros y ambientales que la ley civil laica obliga para construir una obra como esa.

¿O será que de aquí en adelante si tú quieres hacer una obra puedes cambiar los estudios de impacto ambiental con un ritual mágico?

Déjame hacer mi comercial: en mi libro sobre la batalla de Midway en la Segunda Guerra Mundial estudio cómo los japoneses fueron creando una religión que les era útil a los militares japoneses. No al pueblo, sino a ellos. En el link puedes descargarlo o pedir la versión impresa. Gracias.


viernes, 7 de diciembre de 2018




       

Fracasar como Japón.


Hoy se conmemora el ataque japonés a Pearl Harbor. Por este ataque Japón fue después golpeado con dos bombas atómicas.


Los líderes japoneses llevaron a su país al fracaso de manera consciente y deliberada. Sabían con toda claridad que no podían ganar una guerra contra los EU. Su militar más inteligente, Yamamoto, se los dijo claramente.


Aún así atacaron. Por que estaban ardidos. Por que ansiaban castigar a los blancos en Asia. Porque se sentían ofendidos con su presencia. Por que junto a este ánimo padecían la creencia absurda de que un país debe tener colonias para ser un gran país.


Yamamoto, el mismo que sabía que no podían ganarle a los EU, propuso el plan para atacarlos.


Antes, se hicieron con todo el poder. Recurrieron al asesinato para ir desapareciendo a la oposición. Como sus proyectos de guerra y colonización necesitaban de la industria, fueron aliándose con empresarios.


Golpearon primero, y fuerte a sus enemigos: Pearl Harbor. Pero no volvieron a hacerlo. En lugar de eso sufrieron dos bombas atómicas.


La cancelación del aeropuerto en Texcoco es algo similar. Es una decisión absurda: no se explica racionalmente. Simplemente porque sale mucho, mucho más caro cancelarlo que terminar de hacerlo. A los inversionistas no les importa si se hace o no, pero si no se hace simplemente reclaman su dinero.


Es decir: en lugar de terminar la obra, Obrador prefiere crear una enorme deuda.


Parece que no cree que sea Presidente. Parece que en las mañanas se despierta y no cree que sea el Presidente. Así que necesita ejecutar acciones espectaculares para reafirmarse.


Ordena la cancelación del aeropuerto, para decirle a las financieras mexicanas y extranjeras que ¨´el es el que manda”. Pero, ¡después debe salir en cadena nacional a decir que garantizará la deuda que causó su acción!


Los adquirentes de los bonos no aceptan la pérdida de los 10 centavos que les propuso el equipo del subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera. Por lo menos reclaman el 100 por ciento del valor de papel. Y además un premio adicional para renunciar a los términos del contrato original, esto último fundamental para que se pueda proceder a la cancelación formal del NAIM sin que se activen las demandas (tomo la información de la nota “NAIM arriesga primera colocación soberana”, Financiero, 07 12 18).


Más aún, de la misma fuente: PARECE QUE EL acuerdo de La Alcachofa, ése que Andrés Manuel López Obrador tuvo de palabra el 8 de noviembre en un restaurante de Polanco con los principales contratistas del NAIM, fue de dientes para afuera. No lo comente mucho, pero las constructoras que participaron se están intercambiando comentarios de la petición que hace unos días les hizo Gerardo Ferrando. Resulta que el nuevo director del Grupo Aeroportuario CDMX los llamó, uno a uno, para pedirles una carta de renuncia voluntaria a continuar con sus respectivos trabajos. Por supuesto que ninguna estuvo dispuesta a entregar un auténtico cheque en blanco. Nada más para recordar a las principales empresas: Carso de Carlos Slim, ICA del financiero David Martínez, Hermes de Carlos Hank González, Prodemex de Olegario Vázquez Aldir, GIA+A de Hipólito Gerard y Coconal de Héctor Ovalle, de las principales mexicanas. La ruta para cerrar el megaproyecto de Texcoco está resultando sumamente complicada para el nuevo gobierno. Primero los tenedores del bono y ahora los constructores, que se supone que eran los más sencillos de persuadir.


Japón siempre ha sido atractivo para los mexicanos. Es un país con una gran resonancia cultural para nosotros.


Abajo te dejo un link para entender cómo fracasó Japón en su camino al progreso. En nuestras manos está progresar, o fallar como los japoneses un 7 de diciembre de 1941.